De algo tuve plena conciencia el día que dejé mi tercer atado del día incompleto para siempre: o dejaba de fumar de manera absoluta o no dejaría jamás. Ni un solo cigarrillo más. Me descarrilaría para siempre.
No fue fácil, pero tampoco tan difícil. Sólo por hoy.
Hace más de diez años que no fumo despierto, pero en sueños lo he vuelto a hacer muchas veces, como una especie de polución tabacal. Es como si mi psiquis todavía no se hubiera liberado del placer culposo de fumar, aunque en la mayoría de estos sueños suelo terminar advirtiendo que estoy haciéndome mal y lo dejo de vuelta, con reproches.
Algo así me pasa con la violencia. Soy una persona en general pacífica (aunque bastante vehemente) y con algo de malicia se me puede llevar en una escalada desde la discusión enfática hasta los insultos y las piñas. Claro, ya no se trata de ponerse de acuerdo, si no de legítima defensa. Son escasas las palabras que me lleven a un rapto violento, en general estoy a la altura de cualquier discusión, incluso con la negativa a seguir discutiendo cuando el interlocutor "no vale dos trompadas" con una presentación rigurosa de espalda y el gesto característico de sacudir el brazo. Pero soy perfectamente consciente que puedo descontrolarme si el estúpido de turno es capaz de comprar todos los boletos.
Viviendo en una ciudad no es posible evitar discutir con algún desconocido. Bah, sí es posible, pero con el riesgo de volverse el felpudo de todos los valientes cobardes que se abusan de la paciencia de los demás: el colectivero maltratador, el que se te adelanta en una cola, el que te clava un paraguas en el subte repleto, el cajero que deja de cobrar justo cuando te toca a vos y un larguísimo etcétera. Generalmente, en esas situaciones no suelo responder. Me vuelvo un felpudo, con algo de resignación. Salvo cuando manejo, porque tengo la teoría que es mejor una trompada que un velatorio a cajón cerrado.
Admiro a aquellos que se meten en una discusión con estos abusones sabiendo que no importa qué pase, los límites civilizados serán respetados por ambas partes. Así como admiro al tipo que se fuma un cigarrillo por día, siento envidia por los que pueden darse el lujo de una puteada en voz alta sabiendo que no irá más allá de eso.
Yo me conozco y no tengo el valor.
Este post está dedicado a la mujer que esta mañana me empujó ostensiblemente al bajarse del ómbibus, pensado que yo lo había hecho antes adrede, cuando la muy estúpida impedía el paso de todos. Dos veces te pedí permiso, gil, consiguiendo apenas que revolearas los ojos. Sabías que estabas en el paso, pero alguna excusa interna tendrías que te hacía sentir justificada. Ojalá te encuentres, cualquier otro día, con algún tipo menos controlado que te patee en ese mismo momento los tobillos (o antes, cuando te hacías la boluda).
No fue fácil, pero tampoco tan difícil. Sólo por hoy.
Hace más de diez años que no fumo despierto, pero en sueños lo he vuelto a hacer muchas veces, como una especie de polución tabacal. Es como si mi psiquis todavía no se hubiera liberado del placer culposo de fumar, aunque en la mayoría de estos sueños suelo terminar advirtiendo que estoy haciéndome mal y lo dejo de vuelta, con reproches.
Algo así me pasa con la violencia. Soy una persona en general pacífica (aunque bastante vehemente) y con algo de malicia se me puede llevar en una escalada desde la discusión enfática hasta los insultos y las piñas. Claro, ya no se trata de ponerse de acuerdo, si no de legítima defensa. Son escasas las palabras que me lleven a un rapto violento, en general estoy a la altura de cualquier discusión, incluso con la negativa a seguir discutiendo cuando el interlocutor "no vale dos trompadas" con una presentación rigurosa de espalda y el gesto característico de sacudir el brazo. Pero soy perfectamente consciente que puedo descontrolarme si el estúpido de turno es capaz de comprar todos los boletos.
Viviendo en una ciudad no es posible evitar discutir con algún desconocido. Bah, sí es posible, pero con el riesgo de volverse el felpudo de todos los valientes cobardes que se abusan de la paciencia de los demás: el colectivero maltratador, el que se te adelanta en una cola, el que te clava un paraguas en el subte repleto, el cajero que deja de cobrar justo cuando te toca a vos y un larguísimo etcétera. Generalmente, en esas situaciones no suelo responder. Me vuelvo un felpudo, con algo de resignación. Salvo cuando manejo, porque tengo la teoría que es mejor una trompada que un velatorio a cajón cerrado.
Admiro a aquellos que se meten en una discusión con estos abusones sabiendo que no importa qué pase, los límites civilizados serán respetados por ambas partes. Así como admiro al tipo que se fuma un cigarrillo por día, siento envidia por los que pueden darse el lujo de una puteada en voz alta sabiendo que no irá más allá de eso.
Yo me conozco y no tengo el valor.
Este post está dedicado a la mujer que esta mañana me empujó ostensiblemente al bajarse del ómbibus, pensado que yo lo había hecho antes adrede, cuando la muy estúpida impedía el paso de todos. Dos veces te pedí permiso, gil, consiguiendo apenas que revolearas los ojos. Sabías que estabas en el paso, pero alguna excusa interna tendrías que te hacía sentir justificada. Ojalá te encuentres, cualquier otro día, con algún tipo menos controlado que te patee en ese mismo momento los tobillos (o antes, cuando te hacías la boluda).
Coincido.
ResponderBorrarDurante la mayor parte de mi vida he sido aparentemente pacífica porque sentía que si respondía a los agravios como me surgía responder, terminaba en la cárcel. Bueno, ese es mi caso.
La liga de la justicia, que ajusticia, de la que usted forma parte, le recomienda no controlarse tanto y la próxima vez patearla la espinilla a la revoleadora ocular.
ResponderBorrarNo suelo perder los estribos. Nunca, o casi nunca. Pero es gracioso que usted hable de este tema justamente porque este sabado a la madrugada estuve metido en un riña de borrachines de madrugada por primera vez en mi vida, y casi casi que me descontrolo. Por suerte me mantuve conciente y pude oficiar de "separador", y sin comerme ninguna trompada. Lo que más llama la atención en una situación como esta es la manera en que la gente pierde la cordura para transformarse en salvage. Es incríble. Nosotros eramos seis tipos, todos actorcitos sensibles, de los que uno no se imagina pegando. Y tres de nosotros, por una razón muy estúpida, se cagaron a viajes con tres desconocidos y los cagaron a palos. Mis amigos a ellos. No sé a que iba con todo esto...
ResponderBorrarAh, sí: anda medio violente ustéd, ultimamente.
oh Fender! soy la reina de los felpudos. No sirvo para el choque, soy mas bien de aplicar indiferencia y alejarme.
ResponderBorrarPero bueno, ya conté esto alguna vez en un post, siempre hay un detontate que libera el monstruo que creemos dominado. Que raro se siente cagarse a trompadas, que feo es descubrirse violento.
YO, felpudista de cuna declaro: no soy yo cuando me enojo.
Toda verde te lo digo.
Que esa arpía agradezca que no viajaba con usted, porque la cagaba empujando sin ningún remordimiento.
ResponderBorrarGRRRRR!
Aguante la ira.
Blanc//: Ah, mejor que el mundo se cuide! Todavía no se enojó nunca?
ResponderBorrarFodor: estuve lento, pero iba a ser arduo explicarle a la ley.
Paco: si, con vos no voy a dudar, si te hacés el pavo cuando seas famoso te pego, mal. ¿Actorcitos sensibles? Me suena a...
Lady K.: yo no tengo vocación, me muerdo muchas veces por tener que hocicar. La mujercita esta no estaba a la altura, pero su mulez la iba a llevar al contacto físico (léase cachetada) tal vez y de ahí en adelante sólo Eru sabe qué puede pasar.
Aki: No, con usted sería peor porque no habría escalada, sólo golpes.
Gracias a todos por comentar.
Fender: sí, me enojé, pero pegar, pegué sólo una vez, y controladamente, y casi le saco de lugar el tabique nasal...nunca más después, me da miedo lo que pueda hacer, como comentó lady kelvin.
ResponderBorrarAhhhh esas pequeñas cosas, yo tambien tengo alma de felpudo, no soy de reaccionar, mi novia en contrapartida es capaz de arrancarle los ojos a la vieja que se le cola con el chango en el supermercado, y ese tipo de gente, y no tiene ningun reparo en decir "NO ME EMPUJES PEDAZO DE HIJO DE..." y yo siento que tiene razon, pero tambien me da verguenza ajena. Hace poco, un tipo que me hizo comer la columna de aluminio del subte, y mi codo a otro pobre tipo que estaba al lado mio, en su afan de meterse al vagon, y me tome una "pequeña" represalia, aplstandolo con mi cuerpo (no soy chiquito ni liviano) contra la puerta durante tres estaciones.
ResponderBorrarEl cigarrillo nunca pude dejarlo, solo logre fumar menos.
Mah!, al final só un maricón!
ResponderBorrarAlguna gente, admitámoslo, merece ser golpeada.
S.
yo en los sueños sigo haciendo todo lo prohibido.
ResponderBorrary siempre me dicen no te enojes por esas cosas, dejalas pasar, te vas a arruinar la salud... y no puedo...el otro dia en la casa central de un banco hice un escandalo al gerente, contador, llame a la policia, etc.donde lo menos que les dije enfrente de todo el publico (dia 10 repleto) fueron basura, corruptos,lsdrones,etc.ya que no querian recibir una nota donde dejaba constancia de la defuncion de mi esposa...hasta que la firmaron para que me callara...pero claro uno sale con el espiritu alterado. un abrazo
Blanc//: uh, ya sabemos que mejor ponerse en guardia antes de atropellarla.
ResponderBorrarnicolás: O sea que sos de la misma calaña de la que me empujó vengativamente? Algún día te darán tu merecido, no importa que te defiendan.
S.: no, maricón no. Amo seguir de este lado de los barrotes. Si lo voy a resignar
MNSH: ahhh... en los organismos colegiados públicos y privados es otro el cantar, generalmente la gente del otro lado me da la seguridad de que no habrá conato de violencia física y me puedo despachar -verbalmente- a gusto.
Gracias por comentar, a todos.
ahhh que bueno que dejaste de fumar (ya se que fue hace mucho, pero no te conocía hace 10 años, asiq te lo digo ahora!) nunca fumé, pero creo q como todo es mejor dejar de una... aunq se q debe ser muy difícil...
ResponderBorrarcon respecto a lo de la violencia, con mucho gusto he descubierto en mi vida que puedo serlo... cuando es necesario... por ejemplo, en mi trabajo, lidio con criaturas de entre 6 y 14 años todo el tiempo, que hay q controlar... y muchas veces se complican... hasta me tengo q meter entre peleas, gracias a eso casi la ligo más de una vez... y en la calle me ha pasado tb tener q pararle el carro a gente agresiva... es decir, no soy violenta en si... sino q me defiendo... jajaja
lo que si me provoca muuuuucha violencia y algún día no voy a controlarme más es cuando estoy esperando para cruzar en la senda peatonal y un auto se para justo sobre ella obligandome a pasar por el medio de la calle entre los autos... al principio solo miraba con odio, ahora empezé a putear... creo q la proxima le pego una patada al auto...
perdón se me hizo largo
Entonces entraría en la categoría de los que pueden darse algunos lujos.
ResponderBorrarSoy de lo más equilibrada... hasta que exploto. No llegué a las piñas porque soy una dama, pero cuando me rompen las p*****, soy imbatible (a tu señora del bondi, le hubiese dicho de todo, no necesariamente guarangadas, pero...)
Ojo, desearía no ser así. Hubiera retenido más trabajos, más clientes, hasta... más "amigos".
Precios que se pagan, por ahora tengo con qué.
Saludos, me encanta este lugar.
maría la del campo