

Hasta que no fui capaz de darme una vida propia llena de sobresaltos económicos (algunos atribuíbles al país, otros a mis propios errores y/o a las decisiones de vida), acompañé las tribulaciones que atravesaban mis viejos: hijos de inmigrantes que se iban sacando el ghetto de a poco (Dock Sud por parte de mi vieja, La Boca por parte de mi viejo), el cual se mostraba todavía en cada conversación a los gritos que crispaba los nervios de los pacíficos mediodías de la recoleta villa turística que nos cobijaba entonces.
Mi vieja, prolija ama de casa que hasta nos hacía la ropa con la Necchi a tracción humana (que todavía existe en excelente estado), hacía lo posible por parar la olla en los malos momentos, que no fueron todos pero fueron muchos. Mi viejo, cual tano que se precie, laburaba a destajo de cualquier cosa. Gracias a eso hubo épocas excelentes, pero no se puede negar que siempre fuimos una familia de clase baja con aspiraciones. Nos rompíamos bien el culo, todos, pero a veces apenas nos alcanzaba para la dignidad.
Lo del guardapolvo doble función nunca ocurrió. Tampoco la típica herencia del ajuar de hermanos mayores a menores. Había como un prurito por parte de mis viejos, que jamás lo propusieron, salvo emergencias, claro.
Toda nuestra adolescencia pasó entre las obligaciones escolares y las de ayudar con las actividades comerciales de mi viejo, aún en las buenas épocas. Con mi hermano aprendimos a hacer de todo: vender electrodomésticos, hacer pizzas, pasar películas, y un largo etcétera.
En la peor época de todas me tocó estar en la facultad. Apenas si tenía para pagar la pensión y comer salteado. Fumaba como una chimenea cigarrillos armados con tabaco Mariposa, viajaba a dedo para ahorrarme los pasajes y estaba flaco como nunca estuve. Aprendí a ratear en los supermercados latas de corned beaf, picadillo, calditos y hasta botellas de whisky (cosa que hoy no haría ni por justicia). Llegué a comer cualquier cosa: picadillo con mermelada, hamburguesas crudas en sandwich de galletas marineras o criollitas con puré chef preparado con agua caliente de la canilla del baño de la pensión. El vino barato era la única alternativa a emborracharse alguna vez, cuando alguna cooperativa escabiadora se presentaba.
En aquellos años, con tanto tiempo libre al faltarme dinero para diversión ociosa y sin poder comprarme libros, hice la gran Asimov: empecé a escribir para tener qué leer. Compraba los blocks borrador Congreso (una invitación a la imaginación cada página en gris kraft sin renglones), pasándome tardes que de otra forma hubiesen sido terriblemente aburridas, garabateando historias de ciencia ficción. Escribí siete capítulos de una novela de este genero que escondía de todo el mundo como el peor de los pecados -tal vez lo fuera-. Al verme sin posibilidades de terminarla quemé todo sin culpa, sabiendo que pronto sería escritor y escribiría cosas mucho mejores. Todavía no cumplí.
La verdad, no sé a qué viene todo esto, apenas puedo recordar que todo empezó con el post de unser, la película iraní de los nenes que pierden un zapato, otro post -que no encuentro- de Subjuntivo sobre zapatillas, La Boca, la Necchi de mi vieja, las películas que pasábamos con mi hermano en el cine de mi viejo, el corned beaf, Asimov, el papel kraft ardiendo, la seguridad de que igual seré, algún día, un escritor que valga la pena leer.
¿De qué estaba hablando? Ah, sí: de que estoy a punto de ser abuelo.
¡¡¡¡ABUELO!!!!!!!!
ResponderBorrarIN CRE Í BLE
Pero vos tenés que hacer como la diva Susana: a los nietos le prohibió que la llamen abuela, le tienen que decir "Susana".
Llendo al punto, porque mientras te leía miles de cosas me zurcaban , y lo primero que te comento es por tu último renglón: no sólo es épica la vida que viviste, por momentos increíble, (dado que uno te conoce hoy en una faceta totalmente distinta), sino que la forma de narrarlo es tan manifiesta, tan vital, que no pude evitar ver como en una película lo que iba leyendo.
Gracias por este post.
Por favor Fender, no deje que su nieto lo llame Susana.
ResponderBorrarBoedo, 1989.
ResponderBorrarEscenario: derpa de un ambiente en Maza y Estados Unidos. 2 tableros de dibujo, una mesa para armar maquetas y dos colchones tirados en el suelo. una spica vieja AM.
Protagonistas: El loco Hernán y yo, por aquellos años ambos estudiantes de arquitectura, carrera q los dos terminamos abandonando, junto con el derpa cuyo alquiler se convirtió en una carga más pesada q la del patovica Atlas.
Diálogo:
-yo: che, hay algo para desayunar?
-el loco: Té con chimichurri...¿querés?
- yo: No. no me gusta el té en el desayuno...
(juro que el diálogo es real)
ahhhhhh felicitaciones! que emoción ser abuelo! ¿será lo que llaman la tercera edad?
ResponderBorraryo como hijo único no tenía la problemática del guardapolvo. Unos amigos míos, muchos hermanos ellos de variadas edades, quien se levantaba primero elegia la ropa que mas le gustaba y limpia... y el ultimo usaba lo que quedaba sucio, grande, roto, etc. un abrazo abu!
Qué belleza de recuerdos. Su vida ha sido (y es) plena. Y me sigue llenando de evocaciones propias...
ResponderBorrarComo bien sabe, en mi familia somos "tres en escalera" y nos parecía absolutamente natural pasarnos la ropa. De hecho, son tantas las fotos en las que vamos vestidos iguales... todos por la misma modista (era más barato hacerse la ropa que comprarla hecha, más de a trío).
La abuelitud seguro hará de usted una persona con más motivos para ser feliz y seguir persiguiendo sueños. Por algo le llega hoy. Todas las cosas en la vida tienen un por qué.
¡Felicitaciones por la abuelitud! (ojo ¿antes fue padre? mire que hay que seguir una secuencia)...
ResponderBorrarSiendo hijo tercero, usé lo de mis mayores hasta que dejaron de crecer. Los Reyes daban un solo regalo, como el día del Niño. El ratón Pérez, una moneda. El guardapolvos se compraba en Ciudadela, como las medias, etc. Pero desde que empecé a trabajar hace más de dos décadas (de canillita) vamos saliendo adelante.
Lo que no entiendo es -si las publicidades dicen que la felicidad se adquiere con tarjeta de crédito- ¿por qué éramos TAN felices?
Fender, ud ya es un excelente escritor. Sólo que aún sin libro.
La frase "pero a veces apenas nos alcanzaba para la dignidad" deberías registrarla en el RENAR. Tiene DEMASIADA fuerza.
ResponderBorrarah me acorde en casa estaba la Singer a traccion humana!
ResponderBorrarEs la mejor excusa para hacer lo que a uno le da la gana con un nieto a cuestas.
ResponderBorrarFelicitaciones, por su abuelazgo y por sus aspiraciones, que de una u otra forma es evidente que fueron fructíferas.
Saludos
Felicitaciones!! aunque no solo q no sabía q tenía hijos sino q lo hacía más jóven... claro q debe ser un abuelo joven porq no??
ResponderBorrarhija menor con dos hermanas mayores.. acostumbrada a usar ropa usada...
Esa/e nieta/o va a ser una maravilla...sólo con sus genes ( y un poco de influencia musical/lectora)
ResponderBorrarcongratulaciones, caballero.
Y que viva la versatilidad ocupacional!
Blanc//: algo de eso hay. La palabra "abuelo" me parece detestable.
ResponderBorrarMariacé: Tengo pensado evitárselo. Y menos "Giménez".
SSS: No había suficiente hambre, eso pasaba.
MNSH: Tercera edad, mis polainas.
Cass: Si, tendré que hacer un poco de autoanálisis (y "comprarme" resignación) para encontrarle la vuelta, como a todo. Mi neurosis funcionará, de una manera u otra.
unser: Creo que hice bien la secuencia, según supongo (je). Por otro lado, escribo bastante, pero eso no significa que sea escritor. Me falta mucho, soy "escribidor", tal vez.
ML: la verdad que la escribía y me parecía demasiado buena. Pero seguro la robé de algún lado, mía no puede ser.
MNSH: ah! Singer, Godeco o Necchi. Ya que me acuerde de esas marcas me hace viejo.
Manuelita: si, por ejemplo, hacerse el viejo loco. No me disgusta.
Andrea: Jovencísimo. Apenas dejé la adolescencia ayer! Eso es lo increíble.
María: uhmmm... eso de los genes es algo al que prefiero no apelar. Mejor el ambiente que la herencia, no?
Viva! (¿Caballero?)
Gracias a todos por comentar y por las felicitaciones.