Hace unos días -Madonna mediante- varios amigos que no vemos seguido vinieron de visita. Quienes aquí vivimos organizamos un encuentro gastronómico jolgorioso que implicó algunas negociaciones (había que consensuar horarios, lugares, comidas y bebidas con gente que estudiaba, otros que andaban deambulando por la ciudad, más los vegetarianos y abstemios que últimamente son tan de verse).
Hay varias formas de negociar: una dice que se debe dar prioridad al otro para que proponga su solución al problema (porque en el fondo no es otra cosa que un problema de logística), y después plantear las dudas. Cuando las dudas sean demasiadas y no resueltas, contraofertar con una proposición propia. Lo que esta etiqueta de negociación no dice es quién debe ser el primero, por lo que se depende de la voluntad de alguno de los negociadores. Otra, más democrática y también harto complicada, dice que hay que poner todas las opciones juntas y votar. Pero siempre alguien tiene que proponer primero.
La cuestión es que, así como dejo el paso primero cuando un espacio es estrecho, también siempre dejo que el otro proponga. Y ni siquiera soy capaz de contraofertar en firme, si lo hago es algo vago y balbuceante, y prefiero terminar encogiéndome de hombros y dando la razón. Me avengo y listo. No se trata de principios, sino más bien de que sé manejar la frustración y me da cosa provocar la ajena.
No es que no tenga ideas. Tengo, y muchas. Pero mis propuestas siempre son inaplicables. Si alguien quiere ir a comer afuera es más probable que terminemos en McDonalds y no en Los Sabios, que es donde quiero ir. Sólo iremos a Los Sabios si tenía ganas de ir a The Grants (no, nunca tengo ganas de McDonalds, para mí lo más parecido a McDonalds es The Grants). Si nos quedamos en la casa de alguien, para mí es lógico que quien invite haga la comida. Pedir delivery es un pecado, sobre todo en Buenos Aires. Hacer en casa ocho pizzas de seis gustos cuesta lo mismo que dos pedorras de muzza de cualquier piringundín, y es más seguro, pero entre los porteños hay una cosa con la cocina. Creo que tiene que ver con que son todos chef frustrados: nadie te va a invitar un guiso de lentejas o unos fideos con tuco. Hay que quemarse las pestañas dos horas como mínimo entre ollas, sartenes y hornos. Sólo los verdaderos vocacionales estamos dispuestos.
Los años me enseñaron a observar estas cosas con benevolencia: me avengo. No me muero si tengo que comer panchos, langostinos fritos con coco o el ubicuo asado. Lo que quiero es reunirme con ellos, no recrear Yalta.
Tengo la capacidad de adaptarme a los demás y dejar mis excentricidades para mí solo o para quien tenga mi misma capacidad de avenirse, pero esta gente es más bien poca. Notablemente, es también alegre y que disfruta de todo, como yo. No siente que un plato de comida sea la medida de la infelicidad.
Pero hubo una época, hace muchos años, que no era así. Y fue complicado.
(Continuará)
Hay varias formas de negociar: una dice que se debe dar prioridad al otro para que proponga su solución al problema (porque en el fondo no es otra cosa que un problema de logística), y después plantear las dudas. Cuando las dudas sean demasiadas y no resueltas, contraofertar con una proposición propia. Lo que esta etiqueta de negociación no dice es quién debe ser el primero, por lo que se depende de la voluntad de alguno de los negociadores. Otra, más democrática y también harto complicada, dice que hay que poner todas las opciones juntas y votar. Pero siempre alguien tiene que proponer primero.
La cuestión es que, así como dejo el paso primero cuando un espacio es estrecho, también siempre dejo que el otro proponga. Y ni siquiera soy capaz de contraofertar en firme, si lo hago es algo vago y balbuceante, y prefiero terminar encogiéndome de hombros y dando la razón. Me avengo y listo. No se trata de principios, sino más bien de que sé manejar la frustración y me da cosa provocar la ajena.
No es que no tenga ideas. Tengo, y muchas. Pero mis propuestas siempre son inaplicables. Si alguien quiere ir a comer afuera es más probable que terminemos en McDonalds y no en Los Sabios, que es donde quiero ir. Sólo iremos a Los Sabios si tenía ganas de ir a The Grants (no, nunca tengo ganas de McDonalds, para mí lo más parecido a McDonalds es The Grants). Si nos quedamos en la casa de alguien, para mí es lógico que quien invite haga la comida. Pedir delivery es un pecado, sobre todo en Buenos Aires. Hacer en casa ocho pizzas de seis gustos cuesta lo mismo que dos pedorras de muzza de cualquier piringundín, y es más seguro, pero entre los porteños hay una cosa con la cocina. Creo que tiene que ver con que son todos chef frustrados: nadie te va a invitar un guiso de lentejas o unos fideos con tuco. Hay que quemarse las pestañas dos horas como mínimo entre ollas, sartenes y hornos. Sólo los verdaderos vocacionales estamos dispuestos.
Chef wannabe: estaba pensando reunirnos en casa, hacer un corte patagónico en hojas tiernas de huerta con salsa con suave caramelo, pero justo ese día tengo que sogrebresar hasta las 20.00, no tengo tiempo...Claro, mis amigos son gente de principios -por eso los quiero, entre otras cosas: el que no es ovolactovegetariano tiene aversión al ajo, el que delira por las delicatessen prefiere morir a comer una vulgar hamburguesa y el que desconfía del paté al vino blanco fatto in casa se lastra con todo gusto el que viene en latita. No se pueden frustrar, no lo toleran. Y no se trata de snobismo porteño, cuando vivía en el interior pasaba lo mismo: reunirse sin asado no es reunirse, pero ¿quién se clava con la parrilla?. Adivinen: quien suscribe, aunque hubiese preferido un fetuccine alla bolognesa.
Yo: bueno, hagamos unas pizzas.
Chef wannabe: No, dejá de joder, es un bardo: pedimos delivery y listo.
Yo: ...
Chef wannabe: sí, me dieron un imán de un delivery de comida Thai que abrió acá por el barrio. Pero debe costar un fangote...
Yo: ¿el de Callao? ¡Vi que una porción de pollo al curry verde te la fajan treinta y cinco mangos! ¿Vos estás loca? Después no comés una semana. Vamos a Los Sabios y listo...
Chef wannabe: ¿Comida vegetariana? No, paso. Dale, vengan y pedimos empanadas...
Los años me enseñaron a observar estas cosas con benevolencia: me avengo. No me muero si tengo que comer panchos, langostinos fritos con coco o el ubicuo asado. Lo que quiero es reunirme con ellos, no recrear Yalta.
Tengo la capacidad de adaptarme a los demás y dejar mis excentricidades para mí solo o para quien tenga mi misma capacidad de avenirse, pero esta gente es más bien poca. Notablemente, es también alegre y que disfruta de todo, como yo. No siente que un plato de comida sea la medida de la infelicidad.
Pero hubo una época, hace muchos años, que no era así. Y fue complicado.
(Continuará)
pobrecito...brota una pena sutil entre tantos relatos, como una incomprensión y resignación.
ResponderBorrarYo por lo menos ya lo dije en privado y lo hago público: es cierto, fiambres y mayonesa no, pero de lo que hicieron me comí todo con mucho gusto, y hasta lo recordé díasssssssssss después. Felicitaciones.
Lo malo es no poder tomar alcohol, vos sabés que no es por abstemia.
Pero lo del delivey se suele usar por piedad al anfitrión (yo lo planteo por ese motivo) porque bs as hoy no es en general una ciudad en donde uno pueda hacer la comida en su casa y llevarla a la casa del otro (como hacíamos en las fiestas, con mi familia, cuando éramos vecinos y yo muy chiquita), y uno piensa en el escaso tiempo y el gasto en que incurre el anfitrión y por eso sugiere el delivery: más fácil para dividir gastos y más tiempo para conversar.
Pero no por desdeñar de un buen plato de pastas o guiso o lo que quieras, pobrecito fender.
un saludos a ambos.
Ayyy qué lindo todo lo que cuenta, qué hambre que me da, y qué identificada me siento con esa persona guacha que le hace desistir de ir a Grant's.
ResponderBorrar:-(
Depresión. Me voy a comer una zanahoria y vuelvo.
(pd: qué bueno que estuvo. Qué lindo que es juntacionarse!!)
Yo por suerte aun no tengo esas complicaciones, excepto un amigo vegetariano los demas podemos comer cualquier cosa, desde mc donalds hasta guisos radiactivos de tanto picante (yo a cargo) Pero prefiero manejarme con mas autoritarismo, nunca son mas de dos propuestas, a la segunda negativa, ya esta, nos ponemos de acuerdo a la fuerza. Una opcion intermedia que requiere preparar pero no cocinar, y puede incluir cualquier grupo alimenticio, es la picada, siempre funciona.
ResponderBorrarBlanc: no, está bien. Hacer de comer para los estrafalarios amigos que tengo no es tanto problema, por lo menos puedo tratar de dejarlos contentos a todos. Se trata de ir a otro lado que mi casa y tratar de que estén todos sin vivir estas cosas como de vida o muerte.
ResponderBorrarCass: es lindo, sí. No tiene un apio?
Nico: si, pero los que imponen dos o más veces algo oprobioso pierden el poder, como en Roma y es la anarquía de nuevo.
Estoy de acuerdo, lo mejor es la picada. En casa se hacen picadas casi tan dignas como una cena en toda regla, con ingredientes para todos los gustos. Pero como le dije a Blanc, eso es en casa y cuando me avisan.
Gracias por comentar.
Callate, si después andás pidiendo las recetas del hummus de la chefa wannabe del barrio... =D
ResponderBorrarEso de pedir comida al delivery es casi tan feo como mandar a las chicas solas a comprar helado a las dos de la madrugada
ResponderBorrarEstoy de acuerdo con que el delivery es por piedad con los dueños de casa, pero hay algunos que se fueron de mambo: ¡Si hasta hay delivery de picada!
ResponderBorrarMire, todo bien.
ResponderBorrarSi ustè me invita a su casa, yo me conformo con pizza o comida elaborada, como usté quiera, dígame qué llevo.
Lo que NO QUIERO es cocinar cuando me vienen a ver.
Me da fiaca. Soy vaga.
Me hincha tener que pensar en la comida familiar evri dei, así que imaginesé.
Ojo! no quiere decir que no me guste comer!! Lotro día, la madre de un compañerito de mis monitos que estudiaba para chef, me hizo comidas para una semana!!
Yo le proveí la lista que ella me pidió y ella vino...cocinó como desde las 9 hasta las 2 de la tarde ( hizo varios platos)
Yo, la verdá, ni loca me quedo ahí tanto tiempo. Pero qué buena estaban las comidas!!!
Ya le dije que repetimos cuando quiera.
La otra es comprarte las cosas y que cocines vos, donde sea que vayas... porque como no te gusta quedarte SENTADO Y CONVERSANDO...cof, cof.
ResponderBorrarEn fin, esta vez no digo mucho más porque falté a la juntancia por segunda vez y ya me dan vuelta la cara, con justo motivo.
No importa. Volveré y seré esas almondigas de proteina de soja que te venden en los sabios.
Abrazo.
V.
Cómo me he reído... "los vegetarianos y abstemios que últimamente son tan de verse", juaaaaa! Dios mío! Yo el sábado pasado salí con mi amiga a ls 2 am, sí, a las 2 am, como dice Fodor, a comprar helado. Qué es esto? The matrix?
ResponderBorrarAh, cuanta verdad. Esta oficina es una conferencia de Yalta cada mediodía:
ResponderBorrar- "acá no, porque una de las 3452 veces que pedimos, me cayó mal".
- "acá no, porque tardan mucho".
- "acá no, porque comí lo mismo anteayer".
- "acá no, porque voy a comar algo parecido mañana, capaz."
- "acá no, porque ya pedimos una vez esta semana."
- etc, etc, etc....