Tal vez sería más fácil hacer este post si me hubiese dado miedo. El miedo que sentía toda la Argentina hace, más o menos, treinta años. O el miedo que pudiera haber sentido un negro en Louisiana hace un poco más, cincuenta, con el Ku. O el miedo que puede sentir ahora un sudaca en Madrid, sobre todo si es mujer y tiene un acento marcadamente latinoamericano.
Un miedo anacrónico, a que agarren de nuevo la manija. Pero no, no sentí. Así que tengo que remar.
Estaban todos: los que parpadean tranquilos mientras dicen "acá, lo que hace falta es una mano dura", los que mataron hace poquito a Julio López, los que pidieron por el cura torturador Von Wernich, los que dicen que "este es un gobierno de montoneros"; estaba -como elemento cohesionador, pero también como abanderada promedio- la loca gesticulosa que desjarreta pescuezos ante las cámaras. Estaban, casi seguro, los que tienen las manos llenas de sangre pero las esconden, quienes abrazaron hijos robados de sus padres antes de matarlos. No estaban todos, claro, pero había de todo, seguro. Seguro que todos estaban "con el campo", no tengo dudas. Pero así como sospecho que a los piqueteros K. les pagan para estar, a estos prohombres también los mueve el mismo interés económico, trastocado de magnitud y de mezquindad.
Incluso estaban los rubiotes ésos, los pelados vestidos de camuflaje verde, ofendiendo el verde natural del follaje de los árboles de Plaza San Martín, lugar por el que pasé esta tarde, cruzando buena parte de la escoria de los setenta que todavía pretende victimizarse, ahora que está tan de moda. Ellos estaban porque les encanta jugar a los soldaditos. Claro, también estaban los que hacen el saludo como parando un colectivo (uno rojo, blanco y con una svástica negra) y tienen manía por los brazaletes al tono.
No eran muchos. Unos quinientos. Valientes, ostentosos, expansivos. Los brigadieres retirados se palmeaban la espalda, capitanes de fragata jubilados acariciaban la frente de nietos de camadas que no veían hace tiempo. Un par de coroneles comentaban la suerte de un tercero, callando los secretos que vienen callando desde que se callaron por primera vez.
Cualquiera puede pensar que en este país de River vs. Boca, de Ford vs. Chevrolet, de Colorados vs. Azules, de Pardos vs. Payos, Campo vs. Gobierno yo ya elegí cuál vereda es la mía. Pero no, con esta clase de gente en las veredas (porque del otro lado estamos igual de mal), prefiero estar en la vía.
Un miedo anacrónico, a que agarren de nuevo la manija. Pero no, no sentí. Así que tengo que remar.
Estaban todos: los que parpadean tranquilos mientras dicen "acá, lo que hace falta es una mano dura", los que mataron hace poquito a Julio López, los que pidieron por el cura torturador Von Wernich, los que dicen que "este es un gobierno de montoneros"; estaba -como elemento cohesionador, pero también como abanderada promedio- la loca gesticulosa que desjarreta pescuezos ante las cámaras. Estaban, casi seguro, los que tienen las manos llenas de sangre pero las esconden, quienes abrazaron hijos robados de sus padres antes de matarlos. No estaban todos, claro, pero había de todo, seguro. Seguro que todos estaban "con el campo", no tengo dudas. Pero así como sospecho que a los piqueteros K. les pagan para estar, a estos prohombres también los mueve el mismo interés económico, trastocado de magnitud y de mezquindad.
Incluso estaban los rubiotes ésos, los pelados vestidos de camuflaje verde, ofendiendo el verde natural del follaje de los árboles de Plaza San Martín, lugar por el que pasé esta tarde, cruzando buena parte de la escoria de los setenta que todavía pretende victimizarse, ahora que está tan de moda. Ellos estaban porque les encanta jugar a los soldaditos. Claro, también estaban los que hacen el saludo como parando un colectivo (uno rojo, blanco y con una svástica negra) y tienen manía por los brazaletes al tono.
No eran muchos. Unos quinientos. Valientes, ostentosos, expansivos. Los brigadieres retirados se palmeaban la espalda, capitanes de fragata jubilados acariciaban la frente de nietos de camadas que no veían hace tiempo. Un par de coroneles comentaban la suerte de un tercero, callando los secretos que vienen callando desde que se callaron por primera vez.
Cualquiera puede pensar que en este país de River vs. Boca, de Ford vs. Chevrolet, de Colorados vs. Azules, de Pardos vs. Payos, Campo vs. Gobierno yo ya elegí cuál vereda es la mía. Pero no, con esta clase de gente en las veredas (porque del otro lado estamos igual de mal), prefiero estar en la vía.
A estas cacas no hay que dejarles ni el cordón de la vereda. Cuando salgan, cuando estén por ahí, hay que hacerles sentir el poder de la vida, la razón y el derecho a pensar, si es necesario con un librazo en la mandíbula. Soberanos brutos.
ResponderBorrarA veces los veo en la Plaza de Mayo, dando vueltas, solos.
Lastima que uno no puede contentarse con pensar que son apenas una minoria de inadaptados.
ResponderBorrarMatías: ¿Qué hacer? Hablar con ellos es imposible (ojo, con los otros también), ignorarlos puede ser suicida -Macri no es un hecho aislado-. No sé.
ResponderBorrarNicolás: No, como decía recién. Tienen poder, y están buscando como ejercerlo (o imponérnoslo). Eso no me preocupa, pues todos quieren hacer lo mismo. Pero uno tiende a creer que son sólo ridículos. Como cierto pintor petisito.
Gracias por comentar.
no puedo comentar...no puedo
ResponderBorrarSólo el último párrafo me reconcilia con la inteligencia que se encuentra post a post por aquí.
ResponderBorrarYo los vi por la tele, y vi que también estaban unos muchachos que pedían el asesinato, sin más, aunque ellos lo llamen “ajusticiamiento”, al grito de “¡paredón! ¡paredón!”. Cantaban, como siempre, con megáfono, y hasta había banderas de la JS de Combate. (¿Serán de la continuación de Riobamba?).
Efectivamente este es un gobierno en el que hay decenas de Montoneros, gente con las manos manchadas con sangre, como Pérsico, por ejemplo. Muchachos también deslumbrados con la épica militar, con los juegos de soldaditos, que a falta de un Ejército, creaban otros, para combatir a aquel.
Es fácil hablar de los que paran el colectivo y de los que robaban niños para invalidar cualquier voz disidente. Contra esos argumentos no hay qué decir. Pero también hubo cientos, miles (el número no importa) de víctimas, incluso gente muy desagradable, como el abuelo de Emmanuel Horvilleur.
Negar eso es una bajeza; negar que había un plan sistemático para secuestrar, torturar y matar, y, al fin, hacerse con el poder del Estado es negar la realidad. Los casos son harto conocidos, y muchos ocurrieron en democracia.
Toda esta enumeración, confío en que esté claro, no me pone del lado de la multípara del lunar en la nariz y el discurso enardecido y vacío.
Pero de tanto repetir el versito, empecé a cuestionármelo, ¿vio?
Estimado anónimo: Lamento su anonimato.
ResponderBorrarUsted se reconcilia con usted, cuando lee el párrafo final, no conmigo. Estoy tan lejos de Pando como de Bonafini y, como no es un River/Boca, nunca justifico a uno por los errores del otro.
Por supuesto que es fácil caer en simplismos, en asimilar una situación a la otra: los muertos, no importa quiénes, muertos están.
Pero jamás estaré del lado de los que sostienen que un grupo de esclarecidos mesiánicos (algunos totalmente chalados como Massera -o cualquier encarnación más contemporánea-) tengan potestad sobre la vida y la muerte de cualquiera, así sean subversivos, asesinos seriales o -menos todavía- personas inocentes.
Siempre un extremo le hace el juego al otro y, querido anónimo, su propia miopía, su propia falta de honestidad intelectual por creer que, como existen Firmenichs y Bonafinis varios, usted puede "hacer contrapeso" sentándose del otro lado del tobogán; hace que el mismo argumento (el del contrapeso, el del poder del otro) se use en su (suya de usted) propia contra, con igual (falta de) validez.
Intento pensar desde fuera de mis historias personales, no las sumo en lo posible. Haga usted lo mismo. Pida "Ni olvido ni perdón", y mire a la sociedad argentina en su conjunto.
Véase del otro lado, aunque le resulte espantoso, imagínese miembre de ERP, de Montoneros, de FAR. Imagínese clandestino, con su familia de rehén, estúpido imberbe y cada día menos convencido.
Dice la leyenda que Ghandi le dijo a un hindú que estaba muerto de remordimientos por haber matado un niño musulmán: "Cría a un niño musulmán. En su propia fe".
Para terminar, si usted prefiere la compañía de los imbéciles de los que hablé en el post, nunca me verá ahí. Sépalo.
Yo, en cambio, celebro haber preservado mi anonimato.
ResponderBorrarCuando –me- pasa esto, siempre me queda la duda de si no me expresé claramente, o si cada uno entiende lo quiere o puede entender, y sólo eso.
Justamente, trato de no caer en simplismos ni en la repetición de relatos mal contados; pero eso no me convierte en miope ni en deshonesto intelectual. Yo no hago contrapeso ni me siento de ningún lado del subibaja: digo lo que veo, algo que habitualmente no se dice.
No creo en la demonización de Firmenich (¿era service, no?) y, ahora, de Bonafini para exculpar a los demás. Ni creo que López sea el primer desaparecido en democracia (y escupo sobre quienes dicen eso, cagándose en Clutterbuck, en Guardatti o en los cientos o miles de mujeres desaparecidas, que, claro, no eran revolucionarias, y entonces no importan): los que afirman eso son quienes no ven a la sociedad en su conjunto.
Claramente dije que confiaba en que se viera que mi enumeración no me pone junto a Pando ni junto a los otros que mencionás. Ni junto a nadie.
Por último, no tengo por qué imaginarme guerrillero, ni militar, ni víctima o victimario; ni la hija del coronel Gay ni el que viajaba en un colectivo atacado por “estúpidos imberbes” armados.
Me pedís que me imagine guerrillero (aunque para vos me resulte “espantoso”, porque soy muy malo y de derecha, ¿no?), pero no cualquier guerrillero, sino uno decepcionado y desvalido. No Pérsico o los que volvían en el 79-80, no un asesino, sino un pobrecito con familia…
Lo de los “lados”, lo de “espantoso”, lo de la “estupidez”, lo del descenso en el nivel de convicción y todo ese párrafo me hacen pensar que el deshonesto intelectual sos vos.
(Empiezo a sentirme un idiota por hablar con nadie).
ResponderBorrarEjercicios intelectuales podemos hacer, pero creer que los otros miles de desaparecidos se parecen a Clutterbuck (y menos, citando a Guardatti), cuando es evidente que fueron víctimas del sistema y no a López marca claramente que no sos honesto.
No sé realmente qué pasó con Clutterbuck (puedo asumir que su dinero tuvo algo que ver) pero sí sé por qué desapareció Julio López.