Para enlazar con el post anterior, quiero demostrar conmigo de ejemplo cómo puede cambiar una persona, independientemente de con quién esté. Aprendizaje, desilusiones y desayunamientos varios nos cambian.
Si bien me resultaba impresionante el entorno popular cuando iba a la cancha, nunca sentí admiración por la Doce aunque la prefería a ese insoportable fanático ricachón que es el plateísta típico, más patético todavía que el descerebrado de a pie. Y nunca sentí esa admiración necia por los burros que tiene el bostero típico, más propenso a aplaudir a uno que "se tire a los pies" que a otro que la pierde por querer jugarla bien. Nunca odié a los hinchas de River, más bien siempre me dieron risa (no, no es una chanza, también los bosteros de libro me causaban gracia, y me la causan).
Sin embargo, hay que confesar mi fanatismo. Un fanatismo apenas visible, pero que los hinchas de otros clubes adivinaban y usaban con particular saña sobre todo cuando Boca perdía.
Cada vez que venía a Buenos Aires, durante casi veinte años, iba a la cancha. Incluso, si no había partidos.
De uno de mis primeros amigos virtuales, del Canal #argentina del mítico IRC de Clarín (Gorrión, ¿dónde estás?), fanático de Vélez y que vivía a la sazón en la Boca, aprendí a admirar al pelado, Carlos Bianchi. Cuando pasó a Boca, me volví su apasionado seguidor (lo mismo me pasó con la primera etapa de Basile en la Selección y, ergo, en Boca -de la que hablaré enseguida). Mal no me fue.
Hace muchos años, un tío que había abandonado el fanatismo me dijo que me iba a pasar lo mismo: "Vos sos inteligente", me decía, "un día vas a ver realmente la farsa que es el fútbol y chau, te va a dar bronca haber sido tan estúpido". Yo lo miraba perplejo, incrédulo y algo dolorido. Es socio vitalicio -su padre fue uno de los primeros socios de Boca- vive a tres cuadras de la cancha pero no va hace como veinte años. También se interesó por Bianchi, pero dijo "ya van a encontrar la forma de hacerle imposible trabajar". Así fue, nomás.
Con la Selección me pasó algo similar: en mi recuerdo hay pocos partidos buenos que recordar: Bilardo con Maradona en su época de oro (hacía falta un Maradona inspirado para compensar semejante latrocinio) y casi toda la campaña de la Selección del Coco Basile en la Copa América del '91. Después, casi todo es asco. Me la pasaba puteando: a Bilardo, a Passarella, a Basile un poco menos y con mucha, pero mucha, vehemencia a Bielsa -quien casi me hace enrolarme en un comando terrorista que aplicara alguna "solución" a su problema.
Cuando Grondona presionó a Boca para que soltara a Basile y éstos trajeron al ininputable de La Volpe, dije basta. El mismo mafioso que había mandado a perder a Argentina por el dóping de Maradona y que había echado a Basile, ahora lo ungía de nuevo sólo porque con Boca iba a salir campeón hasta que se aburriera o se muriera. Por supuesto, Basile a la Selección llegó para terminar de morir como técnico.
Desde entonces, nunca más. El fútbol murió para mí. Apenas si adopté a Tigre como equipo, sólo para no tener que explicar demasiado cuando me preguntaran de qué club era.
A mí me parece que no cambié, porque nunca me sentí parte de nada. Pero para cualquier observador aparentemente inmóvil, el cambio es importante. Y no hicieron falta ni parejas, ni amigos ni familiares.
No, la verdad es que uno no cambia. Nada más se vuelve más uno mismo.
Bah...este argumento es absolutamente sofístico y usté lo sabe.
ResponderBorrarademás, de fóbal no hablo.
besos monescos
la última frase es la más importante de todo el post
ResponderBorrarAl final, otro post, para volver a decir lo mismo, no cambia mas, psss :p
ResponderBorrarParece que , con el paso de los años, usted se volvió más USTED. No se engañe, ud jamás fue hincha de Boca, y dudo que alguna vez sea fanático de algún club.
ResponderBorrar¿El motivo? ud no come y mucho menos traga el folclore futbolero presente tras cada bandera, me parece.
Adhirió por ósmosis en algún momento, pero es como cuando uno se deshace de un traje viejo.Lo usó y mucho, pero nunca lo suficiente como para que se le pegara a la piel.
A veces las personas se confunden pensando que uno cambia cuando lo único que hizo fue explorar sus facetas no conocidas y más profundas.
la verdad soy cultura de hacer deportes (cuando los hago o los hice) pero no de mirarlos o ser fan.
ResponderBorrarCreo que de lo único que soy fan es de grupos de música ( y mi amor llega hasta cierto punto...) y de actores, actrices y directores (y no llego a la devoción, puede variar también) pero nada más.
El fanatismo no es para mí. Tengo un par de excepciones: edward norton, cate blanchet y de acá y ya que ahora se la ve más: mirta busnelli, carla peterson, hugo arana, federico lupi y fernando peña no tanto como artista sino como generador de opinión. (perdón por la ausencia de mayúsculas estoy muy vaga)
La última frase es cierta, hasta ahí. Creo que a algunas personas las situaciones muy traumáticas las cambian. Besos a ambos.
Una decepción, VCB. No lo esperaba.Snif!
ResponderBorrarMe vas a perdonar, o mejor que me perdonen los demás comentaristas pero no creo que el hecho de que antes te gustara el fútbol y ahora ni fu ni fa, implique un cambio de ningún tipo en la faceta importante de la personalidad. Coincido con Blanc// en que los cambios entendidos como "importantes" o notables a simple vista pasan por otro lado.
A bientôt!