Cada día me siento más abandonado como lector. No porque necesite cuidados especiales, al fin y al cabo soy un yuyo y no hizo falta cuidarme demasiado, pero parece que nunca dejaré de sentir progresivamente que los libros están contra mí.
La cadena completa de producción de literatura y afines me detesta: soy el típico lector saltarín, pobretón e incompleto. Demasiado curioso para enfocarse, poco tentado a las corrientes de la moda académica o editorial, escasamente proclive a hacer concesiones por contemporaneidad o casualidad etaria con los autores, ajeno al debate académico y al de los talleres literarios (en los que se cocina más de una reputación, a fuer de quemarse); tozudamente escéptico al cánon, en fin.
La cadena completa de producción de literatura y afines me detesta: soy el típico lector saltarín, pobretón e incompleto. Demasiado curioso para enfocarse, poco tentado a las corrientes de la moda académica o editorial, escasamente proclive a hacer concesiones por contemporaneidad o casualidad etaria con los autores, ajeno al debate académico y al de los talleres literarios (en los que se cocina más de una reputación, a fuer de quemarse); tozudamente escéptico al cánon, en fin.
El primer eslabón, el autor, es el que peor te trata: los lectores no tenemos derechos ante él. Somos sus primeras víctimas y estamos condenados, desde el principio, a sus caprichos; nunca seremos más que un colectivo informe, susceptible de ser desautorizado por cualquier razón, no entenderemos qué pretendieron, nos faltan lecturas, nos sobran prejuicios, no valoramos el esfuerzo por el estilo o nos tomamos libertades con los significados. Somos anatema por elegir personajes secundarios para identificarnos, están en la novela precisamente porque él, el autor, los detesta y, como dice Marguerite Durás en El Amante de la China del Norte, lo que se quiere es defenestrarlos, ponerlos en ridículo, ¿qué es eso de volverlos trágicos?. Sufrir la pena de Charles Bovary, acompañarlo en su camino hacia el ridículo no nos es permitido: hay que mirar, fascinados, a Emma, aunque sea una criatura estúpida y dañina. Así lo quiso Flaubert, so tonto.
Si nos gustó demasiado un libro determinado ni se nos ocurra mencionarlo: el último libro es el que cuenta, que se está cocinando y del cual no pueden decir nada. Repasar si Marisol se tiró del cuarto piso por despecho o por llamar la atención se les hace cuesta arriba. Ni se acuerdan de la trama. Nunca disfrutan lo que escribieron, eso está claro. Ahora son mejores que antes, y si no olvidaran, reescribirían todo (o lo prohibirían, como Borges con El tamaño de mi esperanza). Una porquería es ese libro, para qué pregunta, impertinente.
La mayoría de los escritores actuales parece que escriben para otros, no para mí.
Después están las editoriales. No me voy a extender con ellas. Demasiado incomprensible es su funcionamiento, la mecánica de su negocio. La idea de un buen editor parece ser vender a Ari Paluch pero en un catálogo que sume el prestigio de Michel Houellebecq o Adorno. El catálogo: siempre me pregunté si no es la verdadera poronga con la que se miden entre ellos. Hace unos días Interzona palmó, y lo único que sacaron en claro fue el catálogo, ochenta títulos dignos de otros lectores que no soy yo (bah, tengo ¡Plop!, de Pinedo, por recomendación de Angélica Gorodischer). Ni siquiera los puedo acusar de fundirse por obviarme, porque no soy la clase de consumidor que una editorial tiene en mente. Ni las independientes ni las grandes.
Después están las editoriales. No me voy a extender con ellas. Demasiado incomprensible es su funcionamiento, la mecánica de su negocio. La idea de un buen editor parece ser vender a Ari Paluch pero en un catálogo que sume el prestigio de Michel Houellebecq o Adorno. El catálogo: siempre me pregunté si no es la verdadera poronga con la que se miden entre ellos. Hace unos días Interzona palmó, y lo único que sacaron en claro fue el catálogo, ochenta títulos dignos de otros lectores que no soy yo (bah, tengo ¡Plop!, de Pinedo, por recomendación de Angélica Gorodischer). Ni siquiera los puedo acusar de fundirse por obviarme, porque no soy la clase de consumidor que una editorial tiene en mente. Ni las independientes ni las grandes.
Las librerías. Sí, acá puedo extenderme. O no, porque lo único que puedo decir es que las librerías venden lo que los escritores quieren escribir, lo que las editoriales quieren editar y lo que ellas quieren vender. Son el último filtro.
Entrar a Hernández o Cúspide, por ejemplo, es tiempo perdido para mí. Hay un mesa completa con un solo libro, el último de Junot Díaz, pero si pedís El Castillo de Kafka con los apéndices y en una edición medianamente legible, te miran como si pidieras limosna y fueras leproso. "Nnnnno, fijate en La Cueva" (librerías de usados de la zona del off Corrientes, el refugio de los desesperados). Y si lo tienen, cuesta ochenta mangos, aunque sea una rústica apenas disfrazada de edición de lujo y que tiene la misma traducción de la que está agotada desde hace diez años y que figura en la computadora a treinta y cinco -otro afano-.
Si el criterio de publicación es ajeno al lector como yo -repito, por si no lo dije, que lee bastante-, quizá sea porque me fijo demasiado en el precio de tapa (sobre todo, con la incoherencia que suele haber en él). Mi principal gasto es la lectura. Es en lo que más invierto, y si no gasto más es porque no tengo. Eso no quiere decir que si tuviera más para gastar, me sumaría a la locura de las mesas de novedades. Pero quizá alguien pensó en mí. Veamos.
Si hablamos de libros nuevos, recién escritos por autores nacionales vivos, Lanata fluctúa desde sus viejos libros a 25 mangos a los 75 del más vendido, Argentinos; Leandro Zanoni -un recién llegado- publicó a $50 y Alan Pauls remonta desde veinticinco por sus primeras novelas a casi setenta por El Pasado. Bueno, ya vemos que no es el autor, parece que no. ¿Más nuevo, más caro?.
A mi me gusta Poe, por ejemplo. Entonces debe estar regalado, Poe: El método del Doctor Alquitrán y el Profesor Pluma, ochenta y tres mangos en Yenny, pero lo ví hace un par de meses a casi ciento veinte en Hernández. Los Cuentos escogidos de Hemingway, en una rústica lastimosa, está $59, también en Yenny. Los propios dioses, de Asimov, a setenta y dos.
A ver si encuentro una lógica: El de Pauls tiene 560 páginas. Muñecas, de Ariel Magnus, alrededor de 100 y por él piden 39. Quiero un novio, fenómeno inflado por los medios, tiene 124 y sale $32. Mmmmnnnhhh... tampoco es eso.
Antes, los libros eran de tapa dura, la rústica era una solución para los menesterosos como yo. Libros caros para los que podían pagarlos, libros baratos para los que no. Hoy lo que determina la posibilidad de que un libro sea realmente útil para uno como yo es que no se venda y vaya a la mesa de saldos de una librería para ratones como Libertador. Entonces, si lo encaro desde ahí, entiendo por qué siento que me odia toda la cadena editorial. Soy un subversivo, apuesto por el fracaso, por la derrota del autor, la editorial y, por lo menos, la librería de novedades.
La proxima vez espere a que salga la pelicula y comprela trucha por 5 pesos en algun puestito de la peatonal!
ResponderBorrarA ver si lo voy entendiendo:
ResponderBorrarsu gasto principal es en libros, porque le gusta leer (no sólo leer sino comprar libros).
Pero a la vez, está harto del complot autor/editorial/librería para no hacer libros para usted.
Y lo mpas probable es que siga usted comprando libros.
¡Es usted un masoquista!
(por ahí le conviene seguir el consejo de Nicolás)
;-)
Bueno, ´vengo de recoger su guante...y me encuentro con esto!
ResponderBorrarSabe que siento lo mismo?
pero yo no entro NUNCA a ese tipo de librerías como Yenny y etc... sólo cuando tengo que comprar algo muy específico, como libros uqe mandan en el cole a los monitos o algun texto particular ( lo último fue Ontología del lenguaje,que lo pagué mejor no le digo cuánto) y en ese caso voy a Librería Santa Fe...pero porque tengo una tarjeta que cada tanto hace que me regalen un librito.
Pero cuando voy dispuesta a gastar, entro a los reductos que usté dice, a los de la calle Corrientes y afines, y rebusco y rebusco hasta que puedo aprovechar una oferta.
Se encuentran diamantes entre el pochoclo!
me "pierdo"(y mi bolsillo) en las de usados/saldos, son increíbles. No veo qué tienen de marginales, hay muchísimas y eso debe ser porque rinden.
ResponderBorrarTengo muchas para recomendarte, Fender, aunque no dudo que ya conocés las propias.
Todo el post venía pensando "que enojado está...uuuuyyy" y en último párrafo me hiciste reír. Te imaginaba ahí entre los libros con boina y traje de comandante ...jajajja "el subersivo Fender"
escribí mal subversivo, que vergüenza.
ResponderBorrarYo compré El Castillo -una edición de primera mitad del siglo XX que se deshace literalmente entre los dedos, pero bueh- a $1 a mediados de los '90.
ResponderBorrarVolvé, Turco, vos sí que fomentabas la cultura.
Soy un enfermizo consumista de las obras impresas... pero además me han regalado libros, hemos heredado libros y soy de los que dicen ¡Oh, me gustan los libros! Y los mejores he sdabido encontrarlos en tiendas de saldos... :)
ResponderBorrar¡Saludos!
El escritor te trata mal porque ese es su deber, su trabajo
ResponderBorrarSino, fijate: http://www4.loscuentos.net/cuentos/link/997/99722/
Y con respecto a ciertas drogas legales que consumimos, el problema se plantea de entrada: la droga nos termina consumiendo a nosotros. O el bolsillo, o la paciencia.
Pero que lindo es salir de librerías, sea cual sea, a revolver hasta el cansancio!(tenga en cuenta que en el pueblo del que provengo hay sólo una librería, y encima no tiene mucho, así que acá cualquier colectivo me deja bien)
Se me intrincó un poco la lectura, pero haré un intento.
ResponderBorrarUd dice que es un paladín del oficio de ser lector, pero no se siente querido , a lo sumo ninguneado, por el establishment de la literatura en todos sus niveles.
Eso no es una novedad, ya que en la mayoría de las cosas es así.
Si siguiera las artes plásticas, le pasaría peor aún.
Si fuera cinéfilo, también.
Si existen excepciones, me gustaría conocerlas. Un abrazo.
Nico: complicado, ya está visto que los guionistas de las películas muchas veces tampoco leyeron el libro.
ResponderBorrarFod.: lo sé.
Loca, digo, Mona: Ah, pero siguiendo lo que dice Fodor, mi masoquismo me lleva a, cada seis meses, entrar en algún monstruo literario. De hecho, he estado yendo a Eterna Cadencia, en Palermo Bollywood, últimamente. Ni miro los libros, para no amargarme.
Blanc: tengo un verdadero mapa de librerías de usados y saldos, vivo en el corazón de las librerías. Pero ellos también hacen su negocio: las cartas entre Miller y Anaïs Nin, usado, treinta mangos.
Mr. K.: yo tenía una, rústica gruesa, edición de ¿Grijalbo? bien setentosa pero muy leíble (caracteres grandes) que perdí entre mudanzas. Lo envidio. La que encontré "genérica", da pena y le faltan los capítulos incompletos.
Profe: salvo mi peor es nada, que conoce mis gustos, la mayoría de los libros que me regalan son detestables. Con perdón, pero no sé a quién se le puede ocurrir que me interesan los Rosacruces (si por lo menos fuera un posible Graves y no un Brown), los aforismos de Narosky o cosas así. Los libros heredados pueden ser una hermosa sorpresa, me ha ocurrido varias veces.
María: si, no lo discuto, pero escucharlo a Fontanarrosa siempre fue un deleite. Leído el libro, uno es un cómplice. Con la mayoría de los autores actuales uno es apenas una víctima.
Zippo: el ripio es marca de la casa, lamentablemente. No, paladín no, un vicioso. Con las artes plásticas me queda mucho de asombro, por no conocer mucho la magia del arte, pero con la literatura tengo menos incógnitas. Con el cine perdí el espíritu hace años, aunque insisto.
Gracias a todos por comentar.
narosky!
ResponderBorrarhay Fender, que mala esa persona! eso es burlarse de uno!
El negocio del comercio está dado en hacer dinero... vendiendo.
ResponderBorrarNo importa si la venta comprende al rubro de alimentos, vestimenta o libros.
Por tal -y sin misterios- el único criterio que une al autor/editorial/librería, es el deseo de hacer dinero...
Saludos!
Es más caro el libro "hit" que el "clásico", como es más cara la música "best seller" que la de siglos atrás. Es más fácil encontrar la última película hollywoodense en mil salas que alguna de las mil buenas en una.
ResponderBorrarTal como otros comentaristas, encontré en mesas de saldos tesoros usados que las vidrieras desconocen.
Te recomiendo dos cosas:
ResponderBorrarBuscar laburo en una librería. A los empleados le dan 40%, más algún plus, del que no se entera el encargado. Pagan para el orto, pero lo que no te pagan, te lo cobrás en libros.
Revisar el catálogo de Interzona. En una época arrancaron con Filloy, hasta que mudaron la sucursal a Cuenco del Plata. Es para considerar.
yo soy tan pobre, q leo lo q hay en la biblioteca del barrio....
ResponderBorrartampoco me puedo quejar, son $2 por mes....y tampoco leo taaanto
Gracias por el enlace.
ResponderBorrarVeo que aquí se tratan temas muy interesantes. volveré!!
Saludos