Cuando joven (me refiero a muy joven), establecí algunos futuros en los que me veía más probablemente que en otros. Eso, quizá, lo hacen todos. Si no te gusta el oficio gastronómico, no te vas a imaginar con un ristorante en los Abruzzos, por mucho que te guste el spaghetti.
¿O sí? Sé de desorejados que estudian para docentes de música, y todos sufrimos a Susana Giménez insistiendo en cantar. En fin...
Bueno, como sea: las personas más o menos conscientes de sus propios gustos, limitaciones y aptitudes (y con las neuras apuntando para otro lado), en algún momento de su adolescencia, cuando se empieza a intuir el mundo adulto que se viene, proyectan objetivos de máxima, la mayoría de los cuales no dejan de ser cosas como: me imagino viejito en una cabaña en las montañas; o tendré un velero por casa y las estrellas como límite; o se imagina rodeado de nietos, hijos, perros, gatos y alguna boa constrictora.
O sea, uno elige. A veces no pasa del mero hecho enunciativo, pues el solitario lobo de la estepa, cada vez que le toca elegir la soledad o pastar mansa y gregariamente en la colina de la opulencia familiar, se olvida del velero, la cabaña y chau. Así nunca llegará. Otro neurótico.
Algunos, tercos, eligen cosas que están muy por debajo de sus aptitudes: la que "quiere ser maestra jardinera" (con respeto por esa profesión, en realidad, se trata de cualquier titulo). Terminada la carrera, con el diploma en la mano, un horror vacui la atenaza. De repente, quedó sin norte.
Este vacío suele ser el principal enemigo de las parejas. Cuando aparece, suelen remediarlo con el "Proyecto Casorio". Eso, si a ambos les toca simultáneamente. Cuando le ocurre sólo a ellas, hay que temer embarazos de prepo (y posteriores casamientos). Y cuando es a ellos, hay que temerle a las "canas al aire".
Así que está claro cuán lejos se ha de apuntar la flecha. Ahora ¿y si no llegamos nunca a esa meta?
Frustración.
Una amiga siempre se imaginó rodeada de una familia numerosa. Pasaron los años y sigue ahí, rebotando candidatos que no tienen intenciones de formar una familia como a ella le gustaría. A veces, demora el momento de la confrontación para disfrutar un poco, pero el final siempre llega.
Le pregunté si alguna vez replantearía el objetivo. Hace unos años, el no era rotundo. Pero ahora surgen dudas y quizá esté dispuesta a reducir el número de niños, o cosas así. Pero en el fondo, sigue, fija, con esa imagen ahí. Y no es feliz.
¿Ella es infeliz sólo por el ahora? No, también por el futuro. Es infeliz ahora, y en el futuro. Eventualmente, desarrollará una neurosis protectora.
También, hay gente que cambia de planes como de calzones, y al final nunca logra ninguno.
¿Qué aprendí? Que no sirve de mucho planificar demasiado. Mejor saber bien qué es uno. Conocerse bien. Liviano, sin demasiadas expectativas y con el espíritu listo para el asombro.
Como dice un amigo "el patio barrido por si vienen visitas y la alforja lista por si hay que salir".
¿O sí? Sé de desorejados que estudian para docentes de música, y todos sufrimos a Susana Giménez insistiendo en cantar. En fin...
Bueno, como sea: las personas más o menos conscientes de sus propios gustos, limitaciones y aptitudes (y con las neuras apuntando para otro lado), en algún momento de su adolescencia, cuando se empieza a intuir el mundo adulto que se viene, proyectan objetivos de máxima, la mayoría de los cuales no dejan de ser cosas como: me imagino viejito en una cabaña en las montañas; o tendré un velero por casa y las estrellas como límite; o se imagina rodeado de nietos, hijos, perros, gatos y alguna boa constrictora.
O sea, uno elige. A veces no pasa del mero hecho enunciativo, pues el solitario lobo de la estepa, cada vez que le toca elegir la soledad o pastar mansa y gregariamente en la colina de la opulencia familiar, se olvida del velero, la cabaña y chau. Así nunca llegará. Otro neurótico.
Algunos, tercos, eligen cosas que están muy por debajo de sus aptitudes: la que "quiere ser maestra jardinera" (con respeto por esa profesión, en realidad, se trata de cualquier titulo). Terminada la carrera, con el diploma en la mano, un horror vacui la atenaza. De repente, quedó sin norte.
Este vacío suele ser el principal enemigo de las parejas. Cuando aparece, suelen remediarlo con el "Proyecto Casorio". Eso, si a ambos les toca simultáneamente. Cuando le ocurre sólo a ellas, hay que temer embarazos de prepo (y posteriores casamientos). Y cuando es a ellos, hay que temerle a las "canas al aire".
Así que está claro cuán lejos se ha de apuntar la flecha. Ahora ¿y si no llegamos nunca a esa meta?
Frustración.
Una amiga siempre se imaginó rodeada de una familia numerosa. Pasaron los años y sigue ahí, rebotando candidatos que no tienen intenciones de formar una familia como a ella le gustaría. A veces, demora el momento de la confrontación para disfrutar un poco, pero el final siempre llega.
Le pregunté si alguna vez replantearía el objetivo. Hace unos años, el no era rotundo. Pero ahora surgen dudas y quizá esté dispuesta a reducir el número de niños, o cosas así. Pero en el fondo, sigue, fija, con esa imagen ahí. Y no es feliz.
¿Ella es infeliz sólo por el ahora? No, también por el futuro. Es infeliz ahora, y en el futuro. Eventualmente, desarrollará una neurosis protectora.
También, hay gente que cambia de planes como de calzones, y al final nunca logra ninguno.
¿Qué aprendí? Que no sirve de mucho planificar demasiado. Mejor saber bien qué es uno. Conocerse bien. Liviano, sin demasiadas expectativas y con el espíritu listo para el asombro.
Como dice un amigo "el patio barrido por si vienen visitas y la alforja lista por si hay que salir".
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarcuán joven ??
ResponderBorrarEso! la capacidad de asombro es lo que no hay que perder. El resto se va acomodando.
ResponderBorrarQué tema, m'hijo...
ResponderBorrarY, yo diría que hay de todo. Gente que va por la vida renegando de lo que eligió y elige, gente que cree que lo que le tocó es porque no tiene remedio... están los que nunca acatan nada, los inconstantes, los que tienen la capacidad de saltar de un plan de vida al otro saliendo airosos de todos y esos pocos privilegiados que la tienen tan clara (o su neurosis tan internalizada) que viven una larga, plácida y rica existencia de autoconformidad absoluta.
La frase final, creo, es un buen principio multitarget. Bah, aunque me suena más a precepto útil para lobos solitarios.
gracias por entender
ResponderBorrarentender que a veces no se entiende nada
pero todo pasa
y todo queda
estamos educados para vivir en función de objetivos, uno quiere recibirse, comrparse su propio auto, independizarse, casarse o arrejuntarse, comprarse una casa ... y cuando uno consiguió esos objetivos, nota un vacío, o si no los cumplió se siente fracasado... Y son taaantos loq que entonces tienen hijos, para llenar ese vacío, y para poder empezar a vivir la vida a través de los hijos y a hacer proyectos para esos hijos. Es el síndrome Susanita: "mi hijo será médico"...
ResponderBorrarbué, me fui al carajo. So sorry.
Yo no sé. No sé, no sé. No sé cuál es la clave. Lo que sé es que a veces un futuro idealizado sirve para seguir adelante.
ResponderBorrarA lo mejor es una zanahoria un poco estúpida, pero es lo que hay.
Salú, Fender.
Siempre que planifico me sale mal, y cuando no planifico, también. Pfffff.
ResponderBorrarBueno, ni muy muy, ni tan tan. Creo que, como dice la frase, el error no está en fracasar, sino en apuntar bajo. Toda la vida prefiero ser tu amiga que busca cientos de hijos y todavía no encontró el hombre que la provea del líquido elemento de la vida; a la maestra frustrada. Y eso que, la segunda, ya logró su objetivo y la primera ve peligrar su existencia entera.
ResponderBorrarEntonces, ni muy muy, ni tan tan. Yo de chico quería ser bombero. Ahora soy periodista. Nada que ver. Conclusión? La planificación de los otros siempre es mejor.
No coincido con suizo americano.
ResponderBorrarYo de chica quise ser actriz, cantante, escritora, médica forense y paleontóloga... terminé siendo periodista (o algo así, porque la realidad es que casi no ejerzo) pero sin renunciar a ser actriz, cantante, o escritora amateur (lo de forense, eventualmente, se me pasó).
Conclusión: se puede seguir detrás de un determinado plan, esquivando el sentimiento de frustración. Porque es muy simple: NO se pueden vivir todas las vidas, plenamente. Entonces?? Prioridades, y nada de distraerse con espejitos de colores.
A mis postergaciones no les permito frustrarme, aunque coincido que es muy molesto que los demás anden opinando "si hubieras hecho esto o aquello..." porque como va el dicho... "Con el diario de mañana, es fácil".
Fui yo quien hizo el primer comentario y lo borró. Le decía que una de esas flechas autodirigidas se había desviado y me había pegado de lleno, pero me dió verguenza y lo borré. Ahora estoy arrepintiéndome de haber sentido verguenza y lo confieso. Perdón.
ResponderBorrarCara Aki Celtic,
ResponderBorrary sin embargo pensamos igual. Yo prefiero ser la persona que todavía no logró sus objetivos porque quizás eran demasiado grandes (o demasiados muchos) y no la que tenía objetivos pequeños.
Ci vediamo
¡Qué buen post, Fender! No sabés lo identificada que me sentí. Me costó unos cuantos golpes llegar a este punto de vista. Los planes tienen que ser para uno mismo, sin involucrar a nadie más. Se puede planear seguir cierto rumbo pero algo como formar una familia y tener cinco hijos no depende enteramente de uno. No debería ser un objetivo a cumplir sino el desarrollo natural de una historia de amor, de esas en que saltan chispas para todos lados. Por lo menos, para mí formar una familia significa eso. Saludos.
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