17 septiembre 2006

Remembranzas III


Revisando papeles viejos encuentro una agenda de hace quince años. Voy derecho al directorio telefónico. Entre otras caras del pasado, leo un escueto “Sergio de Morón (Motorhead)”, y un recuerdo me atropella:

Correr con toda el alma cuando todavía resuena el retuntún de Overkill en tus oídos, es algo irreal, pero viene al caso. Tiene el ritmo, por lo menos.
Uno quisiera separar las experiencias, sentarse un rato a la salida del recital de Motörhead, degustar ese vibrar del pecho con el doble bombo de la batería y el pizzicato de Lemmy, y dejar la parte atlética para otro momento, pero otras urgencias nos reclaman.
- ¡Corré boludo, que la yuta viene levantado a todos!, -alguien me grita.
Uno quisiera pensar “para qué correr, si no hice nada, que corran los chorros”, pero demostrando cuán mamífero soy en el fondo, corro sin pensar en cuanto aparecen los depredadores. Corremos, unos cincuenta héroes del metal (camperas de cuero, pelos largos, tachas por todos lados) y yo (campera y pantalón de jean y una remera que me hizo un amigo con la tapa de un disco de Pappo’s Blues) por una calle perpendicular a la avenida Libertador, huyendo del peligro.
Me asalta una duda: “¿Habrá alguna emboscada al final de esta calle?”. Parece tan tranquila, sólo perturbada por el repiqueteo de los borceguíes –héroes del metal y policías tiene el mismo gusto por el calzado, parece-.
Durante siglos los predadores han perfeccionado sus técnicas. Aprovechan esa necesidad atávica de presa de correr cuando la manada corre para llevarte adonde seas más fácil de cazar. “¿Y si en la esquina están escondidos, listos para meternos a todos adentro?”, pienso en un momento de lucidez. No vi los camiones celulares de la policía a la salida del Estadio Obras, sólo la simpática Policía Montada (“¡Mirá, boludo, los burros andan a caballo ahora!”), y la de Antimotines, arreándonos.
- ¡Paren, boludos, paren, que nos están esperando!.
Unos ocho o diez me escuchan y me hacen caso. Uno de pelo corto, arito en la oreja y la infaltable campera de cuero mira hacia la esquina de Libertador –donde empezó nuestra carrera- y confirma que efectivamente nadie nos sigue.
- Se quedaron ahí, los hijos de puta, dice entre resoplidos.

Los demás siguen su carrera loca hacia la otra esquina. Quedan otros dos rezagados: Un gordito petiso todo tatuado y un flaco alto que corre con un ademán gracioso -después sabremos que está rengo de una trifulca anterior-.
- Paren, que están también en la otra esquina, es al pedo correr, -les decimos. Ambos se detienen, recelosos aún.
El petiso es un tatuador, que conozco porque es cliente habitual del negocio en el que trabajo. Extraña coincidencia, todos se conocen de algún lado.
El Flaco toma la iniciativa. Tampoco está vestido como los demás:
- Nos quedemos quietos ahí, en ese jardín. Estos llenan los celulares y se las toman.
Le hacemos caso y nos escondemos como podemos entre las sombras, en silencio.
Se escuchan voces imperiosas y golpes secos, seguidos de algún grito de dolor. Una letanía patética, un llanto persistente se escucha sordamente, de fondo. Adivino que son las chicas que corrían adelante. A un par las conocía de vista, de Halley.
Pasados veinte minutos o más, oímos todos lo mismo: el pseudo silencio de la ciudad. Los autos de la avenida, algún grito lejano (en otras calles hicieron el mismo juego y todavía dura la cacería).
Vemos pasar patrullas por la avenida: son las que andan buscando a los ingenuos que vuelven a la escena del crimen. Cinco minutos más y voy de voluntario hasta la esquina de la calle paralela a Libertador, como unidad de reconocimiento avanzada. El corazón me explota en el pecho -estoy muerto de miedo- pero no puedo hacer el gallina delante de la monada. De hecho, me siento bastante mal por las chicas. Un barrito de culpa que no sé como explicar.
Miro con cautela hacia donde creo que están los ratis y veo la calle despejada. Hago señas y salen todos.
Resultamos ser unos ocho. Nos presentamos. Los que nos conocemos hacemos comentarios graciosos. El Flaco es terrible:
- Como corrías, boludo, con esos tacos que tenés y las lanas al viento parecías un travesti fugando por Godoy Cruz. Si te viera Lemmy…, -sabiendo que no sirve de nada ofenderse, el aludido se ríe (mientras lo hace decide –seguro- que esta noche será la ultima vez que se ponga esas botas ridículas con tacos).
- A las minas se las llevaron también, que hijos de puta, -suelta el que parece ser el más chico del grupo, pinta de ramonero (unos quince años, aunque esa malicia callejera que se le adivina en las pupilas lo desmienta).
Seguimos juntos esa noche. Encontramos donde comprar cervezas y nos gastamos hasta la última moneda. Hablamos del recital, del que también participó Exodus, otras de nuestras bandas favoritas. Pero también de otras bandas, recitales y discos.
No, no matamos a nadie, ni hicimos ningún aquelarre siniestro, ni rompimos nada. Sólo nos quedamos sentados criticando a Metallica, que ya había sacado el álbum negro y añorando los días Master of Puppets. Si, hace quince años.
Después descubrimos que algunos éramos de San Martín y aledaños, y otros de Morón y aledaños. Llegó la hora de separarnos. Quedamos en juntarnos para el próximo recital del veranito menemista: Megadeth.
Anote en el reverso de la entrada el teléfono de un tal Sergio, para coordinar la juntada. Al otro día la pasé a la agenda, puse “Sergio de Morón (Motorhead)” y un número de teléfono.
Nunca lo llamé. El recital se canceló, porque el colorado Mustaine entró otra vez en “rehab”. Nos dieron a cambio entradas para Pappo y los Widowmakers.
Al recital de Pappo me lo perdí. No me dejaron salir del hospital.
Pero esa es otra historia.

Esta modesta historia se escribió un 16 de septiembre, y está dedicada a los caídos por cometer el pecado de ser jóvenes. Entre ellos están los chicos de la Noche de los Lápices, Walter Bulacios, y obviamente, también los ciento noventa y cuatro (cómo cuesta escribir esta cifra) de Cromañon.

13 comentarios:

  1. Fender, está sacanco buena punta al lapíz. Y ahora quiero seguir leyendo sus remembranzas

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  2. Muy buena narracion de una excelente historia, y no digo mas.

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  3. A pesar del tono casi ligero de la historia (excelentemente redactada), no pude evitar cierto sentimiento vagamente amargo al leerla. Cuando llegué a la dedicatoria, entendí por qué. Y la capacidad de lograr ese sentimiento de fondo me pareció tremendamente grosso.

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  4. mas q un sentimiento amargo , a mi parecer Fender siente un anhelo de vivir una situacion limite de incertidumbre con un plus de adrenalina pero sabiendo que tendra un final feliz , algo que no le toco a estos chicos.

    Buen relato amigo Fender (hago como q todas las agresiones q ud me propino en el chila no hubiesen sido verdaderas ja!)

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  5. Y ahora me enoje!!, el Power no se come la del Trash, mucho sentimiento , mucha polenta pero la perfeccion tecnica me puede, y q se le va a hacer vio?
    Amigo Fender escuche Emerald Sword de Rhapsody, himno de mi tan querido y pujante POWER METAL!!!!! jajaja, y ... nos volveremos a ver.

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  6. Fender cuando me preguntaste que pasaba en el ventusrock.blogspot.com que se veia todo chino o no se q , no te entendia, pero ahora me doy cuenta , linkeando desde tu site, me aparece cualquier cosa , jaja la verdad no se q es , quizas vos hiciste mal el link. revisalo , a ver q onda. y entra desde aca: http://ventusrock.blogspot.com/

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  7. P.S.: Vamos tratando, pero de tanto borrar párrafos se me va a gastar el backspace...

    Nicolas: Gracias! Y diga más...

    Petra: La historia tiene aledaños que no quise visitar: Al Flaco le deciamos "Jesus", por la barba y el pelo de estampita. Estaba rengo porque en una escaramuza con los plomos de Hermetica, a uno de SUS amigos se le escapo un tiro y lo hirió en el pie. Para no mandarlo en cana, no fueron a ningun hospital y estaban haciendo curaciones con tipos de la villa Libertador, en San Martin, los mismos que se las hacen a los delincuentes. El tatuador es un personaje de la zona de San Martin, (tambien hacia ropa interior "tuneada", con esta excusa se quiso propasar con mi novia y casi lo estropeo una vez).

    Angus: sorete, puto del orto, trolo, buchón, etc. que gusto verte! Me imagino que estuviste en el Chateau ayer, viendo a tus idolos.
    Y pse, nene, trato de contar las que terminan bien para que no tengan moraleja, porque éstas me rompen los gobelinos.
    Escucho algo de Power, pero a mi dame "Peace sells" de Megadeth y nado como pececito en el agua (o como Mustaine en un barril de whisky).
    Repararemos el link...

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  8. Con Jesus y Tatu (por petiso y tatuador, mote que le puso el flaco, que era terrible para la lengua) tuve otra historia que escribire pronto.

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  9. soy de tierra adentro y el recital más loco que viví fue uno de Charly en La Plata...así que imaginate
    Me dejaste sin palabras

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  10. Con lo que acabas de contar, espero con ansias la historia protagonizada por Jesus y el tatuador. Y que pena que sea rengo el muchacho, porque por como lo describis, es justo el tipo de muchacho que responde a mi tipo ideal (si, he de confesar que, cual extraña desviación religiosa, me encantan los rubios de pelo largo, y si además tienen barba, mejor. Ejemplos: Jerry Cantrell de Alice In Chains, Andreas Kisser de Sepultura, y James Hetfield de Metallica en sus buenas épocas)

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  11. Ahh, y casi me olvido del ejemplo quintaesencial...Zakk Wylde!!!

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  12. ok ok , forro, acordate q en 10 años te encontrare escuchando power .

    no se q te hace pensar q me pueden gustar los callejeros , te estoy hablando de stratovarius y vos me decis eso fenderrrrrrrrrrr! jaja
    saludos catamarqueño trucho !!

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